En el cielo del hemisferio sur nos encontramos con una estrella que pasa inadvertida entre un mar de otras estrellas mucho más brillantes. Se llama Eta Carinae, se encuentra a 7.500 años luz de distancia y es de hecho la estrella más lejana, visible sin ayuda de lentes. Detrás de esa aparente inocencia se esconde un monstruo de entre 100 y 150 veces la masa del Sol, que emite en un segundo la misma energía que nuestra estrella en 2 meses. Debido a esta voracidad con la que consume su combustible, a esta joven estrella de no más de 3 millones de años solo le quedan varios cientos de años de vida, o quizá menos.
Periódicamente Eta Carinae sufre espasmos, en los que emite enormes cantidades de materia al exterior. En 1843, experimentó una explosión de tal magnitud que la convirtió en la segunda estrella más luminosa del firmamento, a pesar de la distancia a la que se encuentra. En la explosión, arrojó al exterior una masa equivalente a 10 soles. Todavía hoy podemos ver esa materia expandiéndose en dos grandes lóbulos.
Se ha observado la existencia de abundante nitrógeno en la nube que rodea a Eta Carinae, lo que indica que se están fusionando ya elementos más pesados que el hidrógeno. Cuando la estrella empiece a fusionar hierro… se acabó. Eta Carinae tiene todos los requisitos para acabar sus días como una hipernova. Una hipernova es una explosión similar a una supernova,en la que el núcleo de la estrella colapsa formando un agujero negro, emitiendo dos chorros de rayos gamma por sus polos. Creedme que si uno de esos chorros nos alcanzase desde la distancia de 7.500 años luz no nos iba a gustar. Pero afortunadamente, y como podemos ver en la fotografía, los polos de la estrella no nos apuntan. Su eje, que coincide con la línea de desplazamiento de los lóbulos, diverge de nosotros unos 45º. Si explotase, contemplaríamos un espectáculo astronómico, sin llegar a más.
Pero ¿qué ocurriría si el chorro nos golpease directamente?
El brillo de la estrella sería unas 10 veces mayor que el de la luna llena, y duraría unos segundos o minutos. La emisión de rayos ultravioleta sería muy intensa pero breve. Posiblemente no afectaría a la vida en la Tierra.
La cosa cambia si hablamos de rayos X y gamma. El efecto inmediato sería la generación de un pulso electromagnético que destruiría cualquier dispositivo electrónico no protegido en el hemisferio afectado. El pulso también afectaría a la red eléctrica dejando sin suministro a medio planeta. Esto es mucho más que un inconveniente si consideramos que quedarán inoperativos hospitales, servicios de emergencia etc.
La capa de ozono se vería seriamente afectada, con debilitamientos de entre el 30 y el 50%. Este debilitamiento tardaría varios años en recuperarse. Durante este tiempo la incidencia de rayos ultravioleta del sol sobre nuestro planeta sería mucho más intensa, al carecer nuestra atmósfera del filtro de ozono. Muchos microorganismos que forman parte de la base de la cadena alimenticia son muy sensibles a esta radiación, por lo que si desapareciesen se produciría la extinción de muchas especies animales.
El chorro de rayos gamma inyectaría en nuestra atmósfera un gran número de partículas subatómicas (rayos cósmicos) que se mueven a casi la velocidad de la luz. En unas horas estas partículas producirían una lluvia de muones. Se calcula que unos 47.000 millones de muones por cm2 impactarían la superficie de la Tierra en el hemisferio afectado. Esta dosis es 10 veces mayor de la que puede soportar un ser humano. No sirve de nada esconderse. Los muones pueden penetrar el agua hasta una profundidad de más de km y medio, y la roca hasta casi un km.
No es un escenario muy esperanzador, pero no tenemos que olvidarnos de que la orientación de la estrella no es la adecuada para que emisión de rayos gamma nos impacte.
Blogger: Frank Dowell Tabares
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